Te perdona si pensabas que mi titular tenía que haber sido «Los Libaneses Proporcionan Asistencia a los Refugiados Sirianos.» ¿Quiénes son los refugiados libaneses?
No aparecen en las noticias sobre la crisis en Siria. De hecho, los que conocí técnicamente no son refugiados. Pero hay cientos de familias libaneses que vivían en Siria antes de la guerra, algunos por generaciones, quienes unieron con sus vecinos para huir sus casas y la violencia envolvente e irse a Líbano, esperando un buen puerto. Esto es lo que consiguieron:
Aunque la historia que deseo contar está atrasada, no la puedo dejar sin contar. Es una «contra-narrativa» – una historia que no se toma la misma posición como la corriente principal, sino en contra, o al lado, o detrás. Es la clase de historia que a veces se ahoga por el griterío de los titulares sobre los refugiados sirianos en Líbano que ocupan de ayuda, toman trabajos, o incitan a violencia.
Recientemente un par de amigos míos me han inspirado a pensar más en contra-narrativas. Cineasta Gregory Berger crea sátiras que examinan asuntos desde el virus H1N1 hasta fracking, y actualmente está produciendo una película que pone un ojo crítico a la manera que los medios han cubierto las dificultades de los migrante centroamericanos en México. Periodista Sharmine Narwani se especializa en contra-narrativas sobre la política del Medio Oriente, y aunque nuestras opiniones divergen con frecuencia, siempre aprecio que me comparte su perspectiva. Ella me inspira cuestionar más y pensar con más profundidad sobre mi propio punto de vista.
Sin importar si se base en los medios de comunicación o en la cultura popular, las contra-narrativas tiene el poder para ampliar nuestras perspectivas. La película Maléfica reimagina el cuento clásico de la Bella Durmiente desde el punto de vista de la hada malvada quien echó una maldición sobre la Princesa Aurora. Aprecié que la película dio la oportunidad a comprender la complejidad de los motivos de Maléfica, y a descubrir una definición fresca del «amor verdadero.» Una narrativa tradicional está volcada y una historia paralela revelada.
Las contra-narrativas también tienen el poder a sacarnos de nuestra zona de comodidad. La foto desgarradora de Fabienne Cherisma, una jóven haitana matada por accidente en el caos pos-terremoto, se queda en mi mente debido a su contra-narrativa inolvidable – un imagen que captó los fotógrafos que se arremolinaron a su alrededor.
Historias detrás, o debajo, o al par de la historia principal. Coexistiendo, cruzando, o la cara y cruz de la misma moneda. La historia que les quiero compartir también es imprevisto.
Al principio de mayo asistí una distribución de ayuda alimentaria en el pueblo de Arsal, en el noreste de Líbano, cerca de la frontera con Siria. Estuve orgullosa de haber ayudado a recolectar y empacar la comida, gracias al Día Global de Servicio de Boston University y a los amigos y parientes en Beirut y por todo el globo quienes donaron para proveer insumos. Juntos con la ONG local foodblessed, preparamos 130 cajas, cada uno con insumos para 100 comidas más algunos artículos de higiene básico. A través de su trabajo con Lebanese 4 Syrian Refugees, quienes por su parte trabajan con la organización Shabaab il Oumma (Jóvenes para el Pueblo) para identificar un subgrupo especial de familias necesitadas: refugiados libaneses.
Como los sirianos, estas familias fueran forzadas por la violencia abandonar sus hogares, posesiones y trabajos en Siria. Pero siendo libaneses por nacionalidad, estaban huyendo a su patria, no de ella. Y por eso no califican por asistencia de ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados). Como libaneses, estas familias tenían que dirigirse al «Higher Relief Council,» un departamento del gobierno libanés que sufre escándalos de corrupción. No hubo respuesta. Asi que Shabaab il Oumma decidió apoyarlas.
Los representantes de Shabaab il Oumma habían organizado los beneficiarios, invitando a las familias registrarse con anticipación por asistencia. Cada familia recibió una tarjetita que sería recogido en cambio por la ayuda alimentaria. Dos hombres jóvenes con SiO – uno callado y sereno, el otro gregario y sonriente – se ocuparon del trabajo pesado de levantar las cajas de comida. El resto del grupo de voluntarios de SiO eran mujeres jóvenes, adolescentes entre 15 y 18. Todos los voluntarios eran refugiados sirianos.
Las adolescentes pasaban por turnos a la cabeza de la fila de «refugiados» libaneses, recogiendo las tarjetitas con cuidado, verificando los datos contra su lista de registración, y entonces llevando a cabo cada distribución. Los beneficiarios tenían paciencia mientras esperaban su turno con calma. Cuando cualquier siriano llegó para ver lo que se distribuía, las chicas explicaron con cortesía que esta distribución estaba destinado solamente a los libaneses, y los negados se fueron sin rencor.
Muchos de los beneficiarios ya llevaban dos años en Líbano. Nos contaron que nuestra asistencia fue la primera que habían recibido.
Cada una de las jóvenes tenía su propia historia para contar, de educaciones blocados, de padres con trabajos matadores en las canteras de granito donde se paga un escaso 10,000 lira (US$6) por día. Contaron de profesores locales que pidieron sobornos para permitir que los sirianos asistieron sus clases – sobornos que las adolescentes no pueden alcanzar.
«Mis sueños están rotos,» me contó una de las chicas.
Pero no se mostraron amargura o rabia, sino determinación. Una de las jóvenes se ha mantenido contacto conmigo, y me dice que ellas han organizado una escuela para proporcionar una educación a los más pequeños. Me cuenta que se han asustado mucho por los bombardeos que Arsal sufrió durante agosto, pero que no se rinden.
Estos sirianos se han perdido todo y viven en una situación muy precaria y escalofriante, pero al dar la vuelta, ofrecen una mano a los demás. Es cierto que sirianos en Líbano están poniendo mucha presión en los recursos del país, y trágicamente es cierto que hay sirianos en Líbano vinculados con violencia acá. Pero es igual de cierto que hay sirianos en Líbano, y muchos, que se dedican a apoyar los que ven con necesidades, sin discriminar.
Refugiados sirianos apoyan libaneses necesitados.
Lo que más aprecio sobre las contra-narrativas es que nos recuerdan que nadie tiene un monopolio en la verdad. Esta fue una historia que se tenía que contar.